Recetas con moras y otros frutos silvestres
Cocina los tesoros del bosque
jueves, 1 de septiembre de 2016
Pimm's con mora y saúco
Como ya hemos comentado en una ocasión anterior, Pimm's es uno de los clásicos del verano inglés. Su N.º 1, con sus habituales añadidos de menta, manzana, fresa y corteza de pepino (o flor de borraja), no falta en ninguna fiesta cuando aprieta el calor (esto es un decir). Aunque el N.º 1 es el más popular, la marca durante años comercializó otras variantes, conocidas con números del 2 al 6. Y recientemente ha puesto en juego otros sabores. Como la edición limitada de mora y saúco.
A diferencia del N.º 1, una bebida basada en la ginebra, esta versión se apoya en el vodka. Rebajado con gaseosa (en una proporción de tres a uno) es una bebida veraniega refrescante, con menor contenido alcohólico que el Pimm's clásico (20% frente al 25% habitual). La mora le aporta un gusto dulce sin empalagar y ofrece todo tipo de posibilidades para mezclar, desde combinaciones con ginger ale o tónica, o incorporándolo a cócteles. En la web de la marca hasta proponen recetas de bebidas calientes, pensando sin duda en el otoño que se acerca. Pero mientras queden días de sol, con hielo y unas moras frescas...
miércoles, 31 de agosto de 2016
lunes, 23 de diciembre de 2013
(Merry) Christmas pudding
Entre las numerosas ocupaciones de las últimas semanas se cuenta una cena que cocinamos hace unos días en Casa Castillo. Un grupo de lectores concluía sus sesiones dedicadas a la novela inglesa de la última mitad del siglo XX y para ello les preparamos una serie de platos inspirados en la ciudad protagonista de las obras: Londres. Así, el menú consistió de pollo y gambas con mayonesa de curry, salmón con hinojo y berberechos, y ternera estofada con cerveza negra y Oporto, patatas asadas y ensalada de berros con cebolla morada. Los postres, peras en Oporto con Stilton y nueces, y un Christmas pudding seguido de mulled wine, es decir, vino caliente con especias.
De todas esas recetas, a mí me gustaría traer una aquí, la del pudding de Navidad. Sus orígenes se remontan a la Edad Media y tradicionalmente se sirve como postre el día 25 de diciembre. Sus ingredientes principales son frutas pasas, huevos, miga de pan, grasa animal y especias. La que utilicé como guía es esta de Nigel Slater que encontraréis en la muy recomendable base de recetas de la BBC. Lleva pasas, higos secos, gengibre confitado y su almíbar, cerezas y piel de naranja confitadas, manzana rallada, azúcar, shredded suet (la grasa vendida en pequeñas píldoras que un amigo tuvo la amabilidad de enviarme expresamente para poder preparar este pudding), el zumo y la ralladura de dos naranjas, miga de pan, harina con levadura y una mezcla de especias (canela, clavo, etc). La víspera se dejan macerar las frutas en brandy y luego se mezclan con el resto de los ingredientes. Se transfiere la masa a un bol o molde engrasado, que se tapa con papel encerado y aluminio, para poder cocerlo en una olla con agua. Después de tres horas puede retirarse; se le cambia el papel y si se guarda en un sitio fresco y seco aguanta semanas. A la hora de servir, se cuece de nueve con el mismo sistema otras tres horas. Se lleva a la mesa caliente (se puede flambear con brandy) y se acompaña de nata, natillas, helado... También es tradicional incluir una moneda para dar buena suerte; los dos que cociné yo (las proporciones de Slater dan para dos puddings más que generosos) llevaban cada uno su penique.
Con este Christmas pudding van los deseos de una feliz Navidad, una buena entrada en el año nuevo y el agradecimiento a todos los que habéis pasado por aquí en los últimos meses, los que habéis comentado y los que habéis echado una mano cuando fue necesario y habéis hecho honor a la generosidad, amistad y lealtad. En el 2014 continuamos.
De todas esas recetas, a mí me gustaría traer una aquí, la del pudding de Navidad. Sus orígenes se remontan a la Edad Media y tradicionalmente se sirve como postre el día 25 de diciembre. Sus ingredientes principales son frutas pasas, huevos, miga de pan, grasa animal y especias. La que utilicé como guía es esta de Nigel Slater que encontraréis en la muy recomendable base de recetas de la BBC. Lleva pasas, higos secos, gengibre confitado y su almíbar, cerezas y piel de naranja confitadas, manzana rallada, azúcar, shredded suet (la grasa vendida en pequeñas píldoras que un amigo tuvo la amabilidad de enviarme expresamente para poder preparar este pudding), el zumo y la ralladura de dos naranjas, miga de pan, harina con levadura y una mezcla de especias (canela, clavo, etc). La víspera se dejan macerar las frutas en brandy y luego se mezclan con el resto de los ingredientes. Se transfiere la masa a un bol o molde engrasado, que se tapa con papel encerado y aluminio, para poder cocerlo en una olla con agua. Después de tres horas puede retirarse; se le cambia el papel y si se guarda en un sitio fresco y seco aguanta semanas. A la hora de servir, se cuece de nueve con el mismo sistema otras tres horas. Se lleva a la mesa caliente (se puede flambear con brandy) y se acompaña de nata, natillas, helado... También es tradicional incluir una moneda para dar buena suerte; los dos que cociné yo (las proporciones de Slater dan para dos puddings más que generosos) llevaban cada uno su penique.
Con este Christmas pudding van los deseos de una feliz Navidad, una buena entrada en el año nuevo y el agradecimiento a todos los que habéis pasado por aquí en los últimos meses, los que habéis comentado y los que habéis echado una mano cuando fue necesario y habéis hecho honor a la generosidad, amistad y lealtad. En el 2014 continuamos.
domingo, 17 de noviembre de 2013
Potted rabbit (semiconserva de conejo)
Uno de los retos de la cocina en tiempos prefrigorífico consistió en alargar la vida de los alimentos todo lo posible y poder conservar para el invierno la abundancia del verano y el otoño. En Inglaterra a las semiconservas que cubren los ingredientes con una capa grasa a modo de protección se les denomina potted: se puede aplicar a muchas recetas, pero algunas de las más populares son los potted shrimps (camarones), con mantequilla clarificada muy especiada, un clásico de los enclaves costeros vacacionales, y el potted rabbit, que traemos hoy aquí.
La preparación es muy sencilla: guisamos el conejo troceado con hierbas a nuestro gusto (tomillo, por ejemplo), algo de panceta curada y una mano de cerdo, junto a las verduras habituales: cebolla, zanahora y apio. Cuando la carne esté tierna, al cabo de un par de horas, retiramos el conejo y la panceta, que deshilachamos y reservamos en un bol. Mientras, colamos el caldo de la cocción y lo hervimos para reducirlo hasta obtener la consistencia de una salsa. Transferimos la carne a un recipiente hondo o un tarro de conserva y cubrimos con el líquido. Cuando enfríe lo refrigeramos. La gelatina de la mano de cerdo habrá solidificado y creado esa capa protectora que permite dejar la carne durante varios días hasta que nos apetezca comerla. Sólo hay que retirarla del frío media hora antes y podremos extenderla como un paté: así fue como la servimos en la cena medieval que celebramos en Casa Castillo el pasado mes de julio. O como en la foto, que data de mis tiempos de prehistoria bloguera, con una crema de castañas y unas setas salteadas. Puro otoño.
lunes, 4 de noviembre de 2013
Licor de mora de "aprovechamiento"
Una entrada breve para compartir un pequeño descubrimiento: un licor, vamos a denominarlo, de aprovechamiento. Aunque hay quien deja las semillas de mora al hacer la mermelada, yo suelo pasar la pulpa por un colador para eliminar la mayoría, ya que aunque personalmente no me disgustan, suele haber gente que le molestan y si las quitamos es más fácil compartir las mermeladas. Así que después de extraer la pulpa me quedaba en el colador con un montón de semillas y pellejos muy dulces, al haberse cocido con la cantidad necesaria de azúcar para cuajar. Estos restos los metí en un envase de conservas con ron moreno y, al cabo de unas semanas, el resultado fue un licor de mora realmente agradable. Y lo mejor, no haber desperdiciado nada, que no están los tiempos como para pasar por alto cualquier posibilidad de ahorro. Probadlo la próxima vez que hagáis mermelada en casa.
lunes, 14 de octubre de 2013
Bizcocho marmolado de mora
Ahora que ya ha pasado San Miguel, es el momento de empezar a utilizar las moras que hemos conservado para disfrutarlas en el otoño y el invierno. Así que en los próximos meses irán saliendo de la despensa esos botes de mermelada, de moras en almíbar, algunas que hayamos congelado o desecado...
La receta de hoy no la he cocinado yo, sino que fue una sorpresa encontrarse un bizcocho marmolado recién hecho al llegar a casa, preparado por cuatro manos infantiles con supervisión materna. Un bizcocho con mora, además, Por tanto, he tenido que preguntar por los ingredientes y la elaboración, y esto es lo que me han contado.
Batimos 300 gramos de mantequilla con 225 de azúcar hasta que esté bien mezclado. Se le añade un chorrito de leche y 5 huevos batidos, uno a uno. Se incorporan 375 gramos de harina con levadura. Vertemos aproximadamente dos tercios en un molde engrasado y añadimos la mermelada de mora (medio bote pequeño: es lo que me han dicho, aunque después, al probarlo, parecía que hubiese pedido un poco más) con el resto de la masa, procurando que se distribuya para conseguir el efecto marmolado. Se hornea a 180º durante 50 minutos o una hora.
Es cierto que hubiese necesitado algo más de mora, pero con untarle un poco de mermelada, como si se tratase de una tostada, ya lo compensamos. Por lo demás, fue todo un éxito en casa.
La receta de hoy no la he cocinado yo, sino que fue una sorpresa encontrarse un bizcocho marmolado recién hecho al llegar a casa, preparado por cuatro manos infantiles con supervisión materna. Un bizcocho con mora, además, Por tanto, he tenido que preguntar por los ingredientes y la elaboración, y esto es lo que me han contado.
Batimos 300 gramos de mantequilla con 225 de azúcar hasta que esté bien mezclado. Se le añade un chorrito de leche y 5 huevos batidos, uno a uno. Se incorporan 375 gramos de harina con levadura. Vertemos aproximadamente dos tercios en un molde engrasado y añadimos la mermelada de mora (medio bote pequeño: es lo que me han dicho, aunque después, al probarlo, parecía que hubiese pedido un poco más) con el resto de la masa, procurando que se distribuya para conseguir el efecto marmolado. Se hornea a 180º durante 50 minutos o una hora.
Es cierto que hubiese necesitado algo más de mora, pero con untarle un poco de mermelada, como si se tratase de una tostada, ya lo compensamos. Por lo demás, fue todo un éxito en casa.
viernes, 27 de septiembre de 2013
"Tortilla" de moras
En cuestiones de cocina, solemos centrarnos en el final: lo que servimos en el plato. Y es cierto que disfrutar de una buena comida en compañía es una experiencia de lo más satisfactoria, pero también es verdad que el proceso no es menos enriquecedor. Buscar una receta, reunir los ingredientes, realizar distintas pruebas son, para quienes gustamos cocinar, partes tan divertidas o más como probar el resultado. Informarse sobre el origen de la receta, curiosidades o anécdotas o variantes puede incrementar aún más ese disfrute.
Cuando cocinamos moras en buena medida esa diversión se encuentra en su propia recolección. Las ventajas son incontables: paseamos o hacemos ejercicio (cada uno lo enfoca según más le conviene), estamos en contacto con el campo y la naturaleza, recuperamos paisajes de la infancia o descubrimos otros nuevos, compartimos un tiempo con nuestra familia o amigos y conocemos a personas nuevas... Hace unos días salimos a recoger moras por la ribera este de la ría. Son terrenos de una gran fertilidad, que hasta no hace muchos años estaban completamente cultivados. Ahora se cuentan tan sólo unos pocos huertos, atendidos por personas mayores. Las zarzas se han adueñado de la zona (como unos manzanos completamente cubiertos) y eso, al menos para los aficionados a las moras, no es mala noticia. Recogimos un par de kilos, pero lo realmente interesante fue saludar y charlar a la gente que nos fuimos encontrando por el camino.
-Qué, son para licor, ¿no?
Suele ser las primeras palabras que te dirigen cuando te ven recogiendo moras, el preámbulo a una conversación agradable. El otro día, además, nos dieron una receta:
-Cuando yo era chaval, y era después de la guerra y había poco para comer, hacíamos tortilla con las moras.
-¿Tortilla? ¿Cómo era eso?
-Pues poníamos las moras sobre una piedra, desmigábamos pan -de maíz, que de trigo no había- por encima, y con otra lo aplastábamos. Y así hacíamos tortilla.
-Qué rico.
-Era lo que había. Y no es un cuento: esto lo viví yo.
Las moras, entre otras muchas cosas por las que hay que estarles agradecidos, también han ayudado a sobrellevar mejor tiempos en los que muchas personas pasaban hambre. Quizá no sea la más elegante de las recetas, pero, eso sí, historia tiene.
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